Científicos de la Escuela de Salud Pública de Harvard en Boston, Estados Unidos, han visto que las personas que mejoran sus hábitos alimenticios después de sufrir un ataque al corazón tienden a vivir más que quienes comen peor, según los resultados de un nuevo estudio publicados en la revista 'JAMA Internal Medicine'.
En el estudio se analizaron datos de cerca de 4.000 personas que habían sufrido un infarto agudo de miocardio, y vieron que aquellos que mejoraban su dieta reducían en un 30 por ciento su riesgo de muerte, y hasta un 40 por ciento sus probabilidades de fallecer por causas cardiovasculares, en comparación con quienes no modificaban su dieta.
Los estudios encargados de analizar el impacto del cambio de dieta tras un infarto son bastante limitados. Para analizar cuáles podían ser sus efectos beneficiosos, el investigador Shanshan Li y su equipo revisaron datos de dos estudios a largo plazo sobre estilos de vida y enfermedades.
Ninguno de las 2.258 mujeres y 1.840 hombres que participaron en el estudio había sufrido un ataque al corazón, un derrame cerebral, una enfermedad cardiovascular o un cáncer antes de ser incluidos en el mismo, entre la década de los 70 y mediados de los 80. Sin embargo, todos ellos acabaron sufriendo un infarto posterior.
En los cuestionarios a los que se sometieron, los investigadores puntuaron la calidad de su dieta en función de determinados ingredientes, como carne roja, frutos secos, bebidas azucaradas, verduras, grasas, alcohol, cereales o sal. Durante sendos estudios se registraron 1.133 muertes por todas las causas. Y de ellas, un total de 558 estaban asociadas a una enfermedad cardiovascular.
Entre el 20 por ciento de los hombres y mujeres que más mejoraron su dieta tras el infarto, unos 140, acabaron falleciendo, casi la mitad de los 247 pertenecientes al grupo que menos cambios introdujo.
"El beneficio que se consigue es una reducción de la mortalidad del 30 por ciento, y algo más por culpa de un evento cardíaco", han explicado los autores, que reconocen que son datos similares a los realizados para averiguar los efectos protectores de la dieta mediterránea.
En un editorial adicional, los investigadores españoles Ramón Estruch y Emilio Ros, del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer de Barcelona (España), han apuntado que las mejoras en la dieta que constató el estudio fue un mayor consumo de cereales, frutas y verduras, así como una reducción del consumo de carne y bebidas azucaradas.
No obstante, apuntan estos expertos, el problema actual es que "es muy difícil cambiar los hábitos alimenticios de la gente", si bien reconocen que "con pequeños cambios de dieta se pueden lograr grandes cambios para la salud".
NUEVA YORK, 4 Sep. (Reuters/EP) -
En el estudio se analizaron datos de cerca de 4.000 personas que habían sufrido un infarto agudo de miocardio, y vieron que aquellos que mejoraban su dieta reducían en un 30 por ciento su riesgo de muerte, y hasta un 40 por ciento sus probabilidades de fallecer por causas cardiovasculares, en comparación con quienes no modificaban su dieta.
Los estudios encargados de analizar el impacto del cambio de dieta tras un infarto son bastante limitados. Para analizar cuáles podían ser sus efectos beneficiosos, el investigador Shanshan Li y su equipo revisaron datos de dos estudios a largo plazo sobre estilos de vida y enfermedades.
Ninguno de las 2.258 mujeres y 1.840 hombres que participaron en el estudio había sufrido un ataque al corazón, un derrame cerebral, una enfermedad cardiovascular o un cáncer antes de ser incluidos en el mismo, entre la década de los 70 y mediados de los 80. Sin embargo, todos ellos acabaron sufriendo un infarto posterior.
En los cuestionarios a los que se sometieron, los investigadores puntuaron la calidad de su dieta en función de determinados ingredientes, como carne roja, frutos secos, bebidas azucaradas, verduras, grasas, alcohol, cereales o sal. Durante sendos estudios se registraron 1.133 muertes por todas las causas. Y de ellas, un total de 558 estaban asociadas a una enfermedad cardiovascular.
Entre el 20 por ciento de los hombres y mujeres que más mejoraron su dieta tras el infarto, unos 140, acabaron falleciendo, casi la mitad de los 247 pertenecientes al grupo que menos cambios introdujo.
"El beneficio que se consigue es una reducción de la mortalidad del 30 por ciento, y algo más por culpa de un evento cardíaco", han explicado los autores, que reconocen que son datos similares a los realizados para averiguar los efectos protectores de la dieta mediterránea.
En un editorial adicional, los investigadores españoles Ramón Estruch y Emilio Ros, del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer de Barcelona (España), han apuntado que las mejoras en la dieta que constató el estudio fue un mayor consumo de cereales, frutas y verduras, así como una reducción del consumo de carne y bebidas azucaradas.
No obstante, apuntan estos expertos, el problema actual es que "es muy difícil cambiar los hábitos alimenticios de la gente", si bien reconocen que "con pequeños cambios de dieta se pueden lograr grandes cambios para la salud".
NUEVA YORK, 4 Sep. (Reuters/EP) -
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