Cuida a los demás, pero no te olvides de ti.
Hay personas que viven tan pendientes de los demás que se olvidan de pensar en sí mismas, con el consiguiente deterioro de su calidad de vida. Madres abnegadas, esposas solícitas, amigos incondicionales… Ayudar a los que te rodean es muy loable, siempre y cuando no lo supedites a tus propias necesidades.Ø Ayudar a los demás nos puede recortar una gran satisfacción, pero, si se rebasan ciertos límites, podemos llegar a extremos muy peligrosos.
Ø Aquellos que supeditan sus necesidades y deseos a los de la pareja, hijos, familiares, amigos… hasta el punto de olvidarse de sus propias necesidades, corren el peligro de anularse como personas y de vivir únicamente en función de los demás.
Ø Para evitar este tipo de situaciones, es necesario buscar un equilibrio entre tus necesidades y las de los demás. Sin perder de vista tus derechos.
Ø Está muy bien, por ejemplo, que pretendas ser una buena ama de casa, pero eso no quiere decir que toda la responsabilidad caiga sobre tus hombros. Aprende a delegar, haz que los demás miembros de la familia se impliquen en las tareas domésticas y, sobre todo, dedícate a lo que más te guste o, simplemente, para descansar.
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