Cuando se piensa en el otoño la primera imagen que nos viene a la cabeza es el tono ocre con que se tiñe todo, los árboles desnudos, las hojas cubriendo el suelo como un suave manto, el olor a tierra húmeda y… el aroma a castañas que inunda las calles de pueblos y ciudades.
Y es que si hay un olor con que se identifica la estación más melancólica del año, ese es el de las castañas, un fruto presente en la gastronomía española desde tiempos inmemoriales. Lo mismo que la calabaza, base de la alimentación en regiones como Galicia antes de la llegada de la patata a España.
Alto valor nutritivo
El castaño es un árbol muy arraigado en la vida rural. En muchos lugares, hasta el siglo pasado, quien poseía un castaño decía que tenía asegurado parte de su sustento. Se atribuye a los romanos su difusión por la Europa Meridional y, en la actualidad, España es uno de los principales productores de castañas. Especialmente en Galicia, en la zona montañosa de Lugo y Orense, el litoral cantábrico y en las sierras pirenaicas es donde se acumulan los mejores castañares.Antiguamente, una vez recogidas las castañas, eran almacenadas dentro de sus erizos en lugares al aire libre, llamados ericeros. Éstos se construían cerca de los castaños de donde se iban cogiendo frutos según las necesidades.
La castaña perteneciente a la familia de los frutos secos. Se caracteriza por su alto valor nutritivo, energético y bajo contenido graso (2,2 gramos por cada 100 gramos). Además, contiene menos de la mitad de calorías que el resto de los frutos secos, lo que la convierte en un alimento aconsejable para aquellos que necesitan un aporte energético extra, como los niños, los estudiantes o los deportistas.
Otra de las virtudes de la castaña es que puede conservarse mucho tiempo sin que pierda sus elementos nutritivos, razón por la cual, ha sido hasta hace unas pocas décadas uno de los alimentos más populares entre la población rural.
La castaña en la gastronomía
Con las castañas se pueden preparar infinidad de platos –son deliciosas cocidas, asadas y hasta crudas–, desde entrantes, como plato en sí o como ingrediente en repostería. Además, la moderna gastronomía las utiliza en cremas, suflés, estofadas con mantequilla y como guarnición; especialmente en platos de aves.Pato con peras y castañas al cava, Conejo de monte con castañas y cebollitas, Pavo relleno con castañas, Pavo asado con nueces y castañas al hinojo, Pastel de frutos secos y castañas, Pastel de castañas, Marrón glacé… estas son sólo algunas de las recetas que se pueden degustar.
Aún así, para mucha gente la preparación preferida, por su tradición, es la castaña asada, que aún hoy se prepara en muchos hogares como hacían nuestros antepasados.
La calabaza, fuente de salud
La calabaza es otro de los alimentos asociados con el otoño y desde hace siglos se consume mucho en esta época del año. En Galicia, por ejemplo, antes de la llegada de las castañas y las patatas, era la principal base de la alimentación.Las calabazas son unas de las verduras más conocidas y utilizadas en todo el mundo –su origen se sitúa en Asia meridional–, tanto por su sabor, como por sus propiedades nutritivas y medicinales. Proporciona mucha fibra, provitamina A, vitamina C, potasio y magnesio y, en menor proporción: folatos, calcio, hierro y zinc. Otra de sus virtudes es que sólo aporta 13 calorías por cada 100gramos.
Su consumo ayuda a fortalecer la vista, tiene efectos diuréticos y es aconsejable en caso de retención de líquidos, trastornos renales, cardiovasculares o de hipertensión arterial. Además, su pulpa es eficaz para combatir las quemaduras. Estos son sólo unos pocos ejemplos de todos los beneficios que aporta.
Existen muchas variedades de calabaza, aunque las más importantes son las de verano y las de invierno. Las primeras se caracterizan por su piel clara, sus semillas blandas y porque se conservan poco tiempo. Las segundas suelen ser más secas, fibrosas y dulces que las de verano.
También llama la atención su variedad de colores y texturas. Podemos encontrar calabazas redondas, alargadas, planas, suaves, arrugadas, verdosas, amarillentas, rojizas y anaranjadas. Esta diversidad de formas y tonos resulta muy atractiva para crear objetos originales y decorativos. Un claro ejemplo de ello es la calabaza de Halloween.
Igual que la castaña, la calabaza se emplea para elaborar numerosos platos: sopas y cremas, entrantes y guarniciones para carnes, compotas o mermeladas, postres como el cabello de ángel, etc.
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